jueves, 5 de febrero de 2009

Fecha 1


Alexandra


Pasaron veinte días hasta que llegamos a Marina. Había estado custodiando el cuerpo de Héctor durante todo ese tiempo y a pesar de que la putrefacción ya había llegado a hacerlo oler muy mal no le permití a Armand relevarme. Cuando cruzamos las puertas unos guardias nos recibieron pero Armand los alejó enseguida. Ayax no había regresado y Héctor tampoco, lo que enseguida levantó rumores, tenía que actuar rápido.
-Armand, tenés que ir a halar con la reina.
-¿Lo vas a llevar a la iglesia de su amigo?
-Sí, por favor avisale lo antes posible.
Caminé junto al chocobo llevándolo de la brida. No hablé con nadie en el camino. Al llegar me recibió un niño y le pedí hablar con el padre Joshua Losstaroth. No sabía como iba a darle la noticia, mi cabeza era una total confusión pero no había nadie más que yo que pudiera hacerlo, y de haberlo, no lo hubiera permitido.
Me llevaron junto al padre, él me miró seriamente, seguramente se me había impregnado el olor del cadáver.
-¿Padre Joshua Losstaroth?
-Sí… ¿le pasa algo?
Le mostré el colgante de Héctor.
-Él quería que lo tuviera- y lo dejé en su mano. Las lágrimas bañaron mi rostro una vez más.
Él miró hacia el chocobo y se acercó, destapó la manta que lo cubría y observó un horrible cuadro: al amigo de su infancia en total estado de descomposición.
-Mi amigo no se animó a hacer el ritual de envío, él es un mago blanco.
-¿Qué pasó?
-Ayax nos traicionó- le relaté resumidamente lo que había pasado y finalicé- Tengo que ir a hablar con una persona ¿puedo dejarlo en sus manos?
Él asintió. Miré por última vez el cuerpo del que había sido el hombre que amé y me dirigí hacia la Academia. No quería que Alex se enterara por nadie más que por mí.

Cuando llegué Alex estaba en nuestra habitación. Me recibió con su rostro sonriente, el mío no reflejaba más que dolor.
-¡Hola Victoria! ¿cómo fue todo?
Me quedé callada, sin saber qué decir ¿cómo iba a poder decirle que su futuro marido estaba muerto.
-Tuvimos problemas…- dije y me contuve para no llorar.
-¿Qué pasó? ¿Dónde está Héctor?
-Comencé a relatarle lo que había ocurrido, de la traición de Ayax, pero ella no quería escuchar más.
-¿Dónde está Héctor?- repitió.
-El está muerto- le dije, había sido lo más difícil que había tenido que hacer en lo que llevaba de existencia- Ayax lo mató.
Ella se quedó quieta, mirando hacia a nada. Yo me acerqué y la abracé, pero ella me rechazó.
-¿Dónde? ¿Dónde está?- dijo con voz de otro mundo.
-Lo dejé en la Iglesia de su amigo.
Ella se paró y corrió hacia allí y me dispuse a seguirla.
-Quedate acá y organizá las tropas.
-No, quiero ir con vos.
-¡Vas a desobedecer mis órdenes! Quedate acá y organizá todo lo necesario.
No podía hacer más que obedecerle. No descansé, no me aseé, así como estaba no me detuve hasta no haber concluido. Mi misión ya estaba cumplida, yo ya no tenía más derecho a estar con él. Armand me vio luego de varias horas. Me dijo que él ocuparía mi lugar, que fuera a descansar un poco. Yo sabía que no podría hacerlo.
-¿Pudiste hablar con la reina?
-Ella ya está al tanto de todo. Deberías ir a descansar.
-¿Sabés si ya pudieron enviarlo?
-No lo sé…
Vimos volver al mago rojo y a una pequeña niña, eran la invocadora y su guardián.
-Ya se ha hecho- me dijo el mago y la niña asintió.
-Gracias.
Fui a mi habitación me bañé y caí rendida sobre la cama, no sabría decir hacía cuanto que no dormía. Mi sueño fue intranquilo. Soñé con Alex, ya nada iba a ser lo mismo entre nosotras, lo sabía. En el sueño lloraba pero a la vez supe que de ahora en más, además de matar a Ayax mi objetivo era estar junto a ella y ayudarla en todo lo que pudiera.

El padre Joshua pidió audiencia con una de las invocadoras, pero el guardia le dijo que para eso primero tenía que hablar con el obispo. Él cayó en la cuenta que había salteado todos los procedimientos debido a la prisa.
-Es muy difícil lo que está solicitando.
-Lo sé y pido disculpas, pero el asunto es muy urgente. Mi amigo lleva muerto ya veinte días.
El guardia conmovido le dijo que esperara, que haría todo lo posible. Mientras Joshua esperaba comenzó a pensar toda la repercusión política que tendría el hecho de la traición de Ayax. Esperó una media hora y vio salir a una niña, estaba toda cubierta por una capa, y lo miró con sus ojos azules sin pupila. Un mago rojo salió junto a ella y le dijo:
-Soy el guardián.
Joshua los condujo hacia la iglesia sin demora. Al llegar vio a Alexandra, la prometida de su amigo llorando sobre el cuerpo desconsolada. El apoyó su mano sobre el hombro de ella. Luego se abrazaron.
-¿Qué está pasando?
-No lo sé. Victoria dice que Ayax se volvió loco… Fueron a una misión a Zelten- En ese momento Joshua recordó la carta con el sello de esa familia que descansaba en uno de sus cajones. Un niño se la había dejado justo después de que le trajeran a su amigo.
La invocadora comenzó a realizar un baile ritual, el lugar comenzó a llenarse de luces y pudieron ver la forma de Héctor en el aire. Solo era una figura de luz pero se alcanzaban a ver sus rasgos. Héctor le palmeó el hombro a su amigo y luego acarició el rostro de Alex. Ella se desmayó y el padre la sostuvo; mientras lloraba en silencio, la llevó a la iglesia.
La invocadora le sonrió y él le dijo:
-Humildemente te agradezco todo lo que haz hecho.

Lu estaba dibujando tranquilamente cuando lo vio venir a Kelies. Él vio que dibujaba palotes con forma humana, esa niña era demasiado tierna e inocente. El ingeniero había recibido una invitación a una cena en el castillo, podría llevar un acompañante. Además debía recoger a un alquimista en una escuela llamada “El dragón rojo”.
-Lu
-¿Sí?- ella dejó de dibujar y lo miró.
-Tenés que arreglarte, tenemos una cena.
-¿Me vas a invitar a cenar?- dijo sonriendo alegremente.
-Se podría decir que sí.
Emprendieron la marcha y llegaron a la escuela algunas horas después. No tardaron en reconocer a los tres acompañantes. Thomas Alrich era pelirrojo y llevaba gafas. Lo acompañaba una chica muy bonita que se presentó como Isabella Dupleton y un hombre rubio director de la escuela de alquimia el Sr. Adam Scorchin, completaba el grupo.
-Thomas ¿prometés no quemar nada hoy?- se burló Bella.
-No tengo nada en las manos- dijo levantándolas.
Kelies no entendió cuando comenzaron a hablar de pociones y alquimia pero sí se concentró cuando comenzaron a hablar de armas de fuego. Parecía que Thom había visto armas de Mist en el imperio y estaba decidido a replicarlas.
-Pero por favor lejos de la escuela- le dijo el Sr. Scorchin.
No llevó mucho más tiempo el viaje, atravesaron los hermosos jardines y comenzaron a entablar conversación con otras personas del lugar.

Vincent llegó a la capital de Marnell. Marina era una ciudad enorme con sus torres, edificios y hasta un tren. Lo primero que hizo el joven noble fue buscar una posada. Entró en una taberna, pidió una habitación y un lugar para que pudiera reponerse su chocobo, ahora exhausto por haber tenido que forzar la marcha. La posadera tomó las cinco monedas de oro y sin hacer preguntas le indicó su habitación, además ordeno a un niño que oficiaba de ayudante que se encargara de la montura. A su vez le sirvió comida y bebida de calidad a su adinerado huésped, el cual si bien tenía gustos extravagantes como pedir plato, usaba cubiertos y vasos de pobre, sus monedas de oro harían que cumpliera todos sus caprichos sin chistar.
Mientras Vincent disfrutaba la comida escuchó los rumores de boca de los parroquianos:
“Dicen las malas lenguas que nos van a venir a atacar”
“¿Quiénes?”
“Los orientales”
“¡Eso es imposible!” dijo otro levantándose de su asiento ruidosamente.
“Nosotros tenemos a Ayax”
“¡Sí! ¡Brindemos por Ayax”
“¡Por Ayax!” y toda la taberna brindó por su héroe, Vincent se quedó callado, él sabía que esto ya no era más así.
“Y si la situación se pone difícil Sielestene va a mandar a su guardia” En la taberna se hizo un gran silencio.
“No sé si quiero ver a la guardia negra caminar por la ciudad” dijo su compañero.
Luego de cenar Vincent subió a su habitación y tuvo un sueño no muy grato.
-Me dejaste, jamás me preguntaste que me pasó. Si me habían amenazado con hacerte daño, si estaba entre la espada y la pared…
Todo comenzó a cubrirse de sombras y otra voz se interpuso:
-Yo nunca te voy a dejar…
Vincent intentó despertar de ese mal sueño y cuando lo logró decidió ir a caminar por la ciudad. Fue hacia el centro donde los edificios eran más lujosos y encontró la embajada de Zelten, la mayor cantidad de las casas ricas eran orientales y “casualmente” en ese momento no había nadie habitándolas.
A lo lejos vio el castillo y buscó otra posada. Volvió a dar su nombre falso y una vez que tuvo nueva habitación volvió a la taberna, se llevó sus cosas y al chocobo.
-Niño, ¿te gustaría trabajar para mí? Te pagaré dos monedas de bronce a la semana.
El niño no podía creerlo, él no ganaba eso ni en un año, ni siquiera vendiendo sus obras de madera tallada y Vincent había sido el último comprador. No lo dudó un segundo y se puso a su servicio.
-Tu primera tarea va a ser entregar estas dos cartas. La primera se la entregarás a un guardia, es para la reina. Y asegurate que la reciba.
-¡Ah sí! Tengo un conocido adentro del castillo si quiere puedo pedirle que se la entregue.
-Hazlo. Y la otra es para el padre de la Iglesia de Alexander.
En la carta a la reina Vincent había escrito:
“Lamento mucho que su general los haya traicionado a favor de mi padre” y pedía una audiencia con ella lo antes posible.
Vincent se despertó en su nueva habitación y cuando bajó encontró al niño que le dijo que ya había entregado las dos cartas y le dio otra misión, ir al pueblo a escuchar todo lo que pudiera sobre los orientales y luego volviera a repetírselo.
No pasó mucho hasta que llegaron del castillo para acompañarlo a una audiencia con la reina. Vincent subió a su chocobo rojo y emprendió el camino.
Al llegar a sus puertas reconoció una carreta muy lujosa, de los reinos de Galion. La carreta se frenó al llegar al castillo y de ella bajó un hombre joven, corpulento, de cabello negro y armadura completa del mismo tono. Tenía una espada al cinto. Junto a él bajó una muchacha, portaba una ballesta y él la llamó “Venova”
-Joven Justorius, que sorpresa.
-Señor de Galion, es un placer verlo.
-Supongo que tu padre no sabe que estás aquí…- le dijo, aunque seguramente él ya estaba al tanto de todo, o eso parecía.
Un guardia los recibió y les dijo:
-La reina hablará con ustedes.
Cuando Vincent entró al despacho se encontró con una mujer rubia muy bonita, que contaba aproximadamente cincuenta años de edad.
-Vincent, no te veía desde hace años.
-Su excelencia- dijo haciéndole una reverencia.
Él no dio rodeos y explicó claramente la situación en la que se encontraban, sobre su padre y la inminente guerra, sobre la traición de Ayax y había también algo más…
-A la derecha de mi padre hay una mujer… Ker-Danull tiene una relación algo íntima con las sombras.
-Una hechicera de la oscuridad.
La reina le dijo que un mago blanco ya le había confirmado lo mismo y le agradeció en el peligro en el que se había puesto para ayudarlos.
-Yo he venido a prestar mis servicios, estaré en primera línea de batalla cuando lleguen las fuerzas de mi padre.
-Yo fui la que le dio el poder a vuestro padre, y debo encargarme de todo lo necesario. Por favor ven hoy a la reunión. Daré un discurso esta noche.
Vincent salió y fue a prepararse para ese acontecimiento. Llegó al hotel y al poco rato el niño le avisó que el padre había venido como lo solicitó.
-¿Qué significa esa carta? ¿Qué tienes que ver con Zelten y lo que está ocurriendo aquí?- le preguntó Joshua.
-Por favor, vayamos a un lugar más tranquilo, aquí podrían escucharnos, ¿le molestaría subir a mi habitación?
Mientras subían Vincent fue contándole sobre Zelten, y ya a resguardo le dijo básicamente lo mismo que a la reina.
-Ayax comandará el ejército de mi padre.
-Eso no puede ser.
-Sí es posible, por eso vine a alertarlos. La mano derecha de mi padre es… como decirlo, podría ser una maga oscura. Al dominar a mi padre domina a todo Zelten.
Joshua conocía demasiado bien a la oscuridad. Vincent le pidió acompañarlo a la Iglesia. Necesitaba hacer algunas preguntas.
Cuando llegaron los recibió el obispo Karel. Enseguida el padre Joshua le dijo:
-La situación es mucho más complicada de lo que esperábamos. Le presento a Justorius.
-¿Usted es pariente del duque?- le preguntó a Vincent.
-Soy su hijo.
El obispo los invitó a su despacho, esas cosas eran mejor hablarlas entre cuatro paredes. Les ofreció sentarse y luego le preguntó al joven:
-¿Qué motivos lo traen, señor Justorius, a nuestra hermosa ciudad?
-Justamente eso, porque quiero que esta ciudad siga siendo hermosa. Vi a su antiguo general comandando las fuerzas de mi padre, y a una mujer que lo acompaña, su mano derecha Ker-Danull.
-Cuenteme más sobre Ker-Danull
-Cuando ella apareció mi padre nos envió muy lejos a mis hermanos y a mí. Mi madre se enfermó y se terminó suicidando cuando mi padre tomó como esposa a mi prometida.
Joshua lo recordaba muy bien, a Ker-Danull se la conocía como “la nube oscura” y pensó “Ese es nuestro lucavi”
-Solicito instrucciones- le dijo al obispo.
-No puedes pelear contra la nube oscura… cuenteme más- le pidió a Vincent.
-Es que no sé mucho más.
-Muy bien, es muy buena la información que nos proporcionó.
-Una cosa más deben saber, ella tiene un secuaz, se llama Ker-Dalis.
-Me gustaría asignarle al padre Losstaroth para que sea su escolta- finalizó el obispo.

Cuando desperté recordé que debía asistir a la reunión que anunciara la reina. No tenía ánimo para ir a ninguna parte, pero quizás allí pudiera reunir información sobre el paradero de ese maldito. Me vestí y me dirigí hacia el castillo.
En la mesa que me habían asignado estaba Armand, el padre Joshua, un muchacho joven que se presentó como Vincent, y más hacia la punta de la mesa, una niña vestida de negro que llevaba un sombrero en punta y a su lado un chico de cabellos castaños.
El muchacho Vincent se presentó. Debía ser un noble porque me besó la mano, pero mi rostro era de piedra. No había atisbo de emoción en él. Le pregunté al padre dónde estaba Alex y me dijo que la había dejado en la Iglesia. No recuerdo en que momento supe, creo que fue el padre que dijo su verdadero nombre, el tal Vincent era hijo del duque de Zelten.
-¿Qué tan confiable es?- le pregunté al padre.
Creo que él no confiaba en nadie más que en sí mismo.
Cuando al salón entro Galbrenos, el regente de Galion junto a su mujer, el muchacho nos dijo:
-Galbrenos es uno de los ayudantes de mi padre.
Por el momento me controlé. Los ayudantes de esa basura estaban en la reunión y yo estaba a la mesa con su propio hijo. Mi mano descansó sobre el mango de mi nodachi. La reina se paró de su asiento, se dirigió hacia una tarima y empezó su discurso.
“Queridos amigos, gracias por estar aquí. Bien, no son buenas noticias las que tengo que dar. El general Ayax se unió al duque de Zelten”
Galbrenos y su mujer esbozaron una leve sonrisa, no podía creer lo descarados que eran. El salón se llenó de murmullos como era de esperar. La gente había escuchado que su héroe los había traicionado, yo seguramente hubiera reaccionado igual de no haberlo sabido.
“La pérdida de Ayax es un gran peligro porque él entrenó a nuestras tropas y por consiguiente conoce sus fuerzas y debilidades. Ahora es cuando más necesito la ayuda de todos ustedes y declaro que nuestra ciudad no va a caer.”
Ya no había nada más que escuchar, antes de irme le dije al hijo del duque.
-Espero que no seas tan basura como tu padre.
Él me tomó de la muñeca y me dijo:
-Yo no soy mi padre.
Cuando la reina finalizó Galbrenos se puso de pie y pidió la palabra.
-¿Puedo pedir permiso para hablar? Como señor de Galion y socio del duque de Zelten, debo decir que se equivocan.
-¿En qué nos equivocamos?- le dijo la reina.
-En pensar que van a detenernos- no podía creer lo que estaba escuchando- Nosotros ya hemos contemplado varias cosas, las provincias del este son ricas y queremos liberarnos de vuestro yugo opresor. Podemos hacerlo por las buenas o por las malas.
-¿Por qué ahora la codicia los consume?
-No es justo que debamos asignar cantidades ala parte ociosa de Marnell- lo hubiera matado allí mismo sin pensarlo, era increíble su caradurez.
-Perfecto señor Galbrenos, sabrá entender que le pediré que se retire.
El duque siguió en su asiento como si nada me dirigí hacia su mesa, otros cuatro soldados hicieron lo propio.
-Señor, la reina le pidió que se retire- le dije.
El hizo como si no me hubiera visto ni escuchado, era un vil insecto a sus ojos.
Vi que Vincent se acercaba también. Él le dijo que se retirara.
-Gracias a ti tenemos todo lo que queremos- dijo al hijo del duque.
Afuera una oscuridad sobrenatural comenzó a oscurecer los alrededores del castillo, yo ya había presenciado ese mismo fenómeno en Zelten.
-Protejan a la reina- dijo Vincent y se dispuso a cruzar las sombras, pero Joshua lo detuvo.
Volví al salón, esa frase me hizo caer en la cuenta de que quizás la oscuridad se debía a que querían hacerle daño a su majestad. Cuando entré lo vi al maldito traidor en un rincón, pero desapareció de mi vista en un segundo. La reina estaba en su asiento, pero su mirada estaba perdida, al igual que todos los que se habían quedado allí.
Escuché un grito: “¡Se han llevado a las niñas!”. El objetivo no era la reina sino las invocadoras. Cuando salí nuevamente vi a las puertas el ejército de Zelten, al final de sus filas, estaba Ayax. Calculé cincuenta mil aberraciones y trescientas máquinas de asedio. Eran demasiados.
Cuando la oscuridad se disipó lo vi a Vincent correr hacia la ciudad. Me dirigí hacia las puertas y presencié como las catapultas arrojaban piedras que iban a estrellarse contra los edificios de la ciudad. La gente gritaba enloquecida y corría por las calles intentado huir. Las catapultas apuntaron hacia la muralla y fácilmente crearon una brecha. Me dispuse a cubrirla y vi al padre Joshua a pocos metros dispuesto a hacer lo mismo. Sobre la muralla estaba el muchacho de cabellos castaños, su nombre era Kelies y vi como se disponía a manejar los cañones. Lu estaba a su lado arrojando fuego hacia el ejército enemigo. También había un chico pelirrojo arrojando pociones a las aberraciones de abajo que las hacían explotar.
La ciudad era un completo caos, habían cumplido su objetivo. Alex atrás mío intentaba organizar a los soldados.
-¡Váyanse! La ciudad ya está perdida yo los cubriré- nos dijo al padre y a mí.
-No me iré- le dije, como si hubiera sido posible para mí irme de su lado. Yo también la entendía, quería morir al igual que ella.
El padre no se movió de su lugar, tenía un callado pero las aberraciones caían ante una energía invisible que salía de él, era una guadaña de energía pura.
Armand estaba atrás, le pedí que se fuera, pero no me hizo caso, sentí que cuando me golpearon él había usado su poder para cerrarme la herida. Él estaría conmigo hasta el fin. Lo vi venir a Vincent que con su lanza se disponía a combatir a las fuerzas de su propio padre.
Los cañones disparaban pero las enormes balas eran engullidas por las sombras, Kelies disparaba desde arriba de al muralla y Lu lo asistía con sus ataques de rayo. Pero comenzaron a trepar y en un momento no pudieron seguir deteniéndolos, decidieron bajar y escapar.
-Repliéguense hacia el castillo- ordenó Alex.
Todos vimos que el barco de la reina alzaba vuelo lentamente, pero cual invocación demoníaca un horrible ser gigantesco hizo su aparición en escena. Hubiera dicho que era el mismo sirviente de Última, y con un terrible rayo destruyó el barco, que explotó en medio del aire. La reina había muerto.
-Vamos, ya no hay nada que proteger aquí- dijo Alex. La seguí, la ciudad estaba infestada de aberraciones. Subí a un chocobo y cabalgamos junto a Lu, Kelies, Vincent, el padre Joshua y el heredero al trono, el hijo único de la reina, Janus. También vino el pelirrojo alquimista.
Cabalgamos sin descanso hacia el Norte, hasta llegar aun pueblo abandonado. Vincent sugirió descansar allí. Aprovechamos para aprovisionarnos, no teníamos nada con nosotros, salvo los chocobos y nuestras armas. Nosotros éramos lo único que quedaba de la hermosa capital de Marnell.
Armand me buscó, yo estaba dentro de una casa ahora abandonada. Los brazos alrededor de mis rodillas, llorando. Lo vi entrar a Armand que se sentó cerca de mí.
-Deberías dormir un poco.
-No voy a poder hacerlo.
-Deberías intentarlo, a tu padre no le hubiera gustado que perdieras tu vida en el odio…
Mi padre… lo extrañaba tanto ¿Qué sería de Lestrange ahora? Armand tenía razón (al menos en lo concerniente a descansar). Me di vuelta contra la pared y me acoté en el frío suelo. Antes de dormir sentí que él me cubría con su capa.
Cuando me desperté salí de la casa. Estaban todos reunidos. El chico pelirrojo me acercó un cuenco de comida. Comí, no sabía ya cuando había sido la última vez que probé bocado. No le sentí sabor a la comida, pero me obligué a tragar.
-Siento si fui muy dura al decírtelo, no era mi intención hacerlo así.
-No importa. Hace una semana atrás era la mujer más feliz, hoy solo quiero morirme.
Yo no podía decirle nada a eso, porque yo también quería morir.
-Yo voy camino a Sielestene- dijo el príncipe Janus- Voy a buscar ayuda.
-Iré con usted, su majestad- le dijo Alex.
-Yo también iré- le dije.
El camino hacia Sielestene sería triste.

Antes de marchar de la ciudad ocurrió algo, el padre Joshua gritó y corrió con su arma en mano hacia el pueblo. No entendí que estaba pasando y lo seguí. Alex se había quedado haciendo la guardia. Cuando llegué vi a Vincent apuntando con su lanza a Joshua y el padre preparando su guadaña. Les pregunté que era lo que estaba pasando allí, dispuesta a detenerlos.
-¿Qué tenés ahí? Nos vendiste- le dijo el padre.
-Yo no vendo a nadie.
-¿Qué es esa aura?
-Eso, es esto- dijo sacando una espada negra con extrañas escrituras- pero no la toques.
-¿Por qué tenés ese arma?
-Por que me la dio Ker-Danull.
Cuando dijo ese nombre no lo podía creer. Tenía una espada de ese demonio, todo el tiempo la había tenido.
-Damela- le dije.
Él me la extendió y al tocarla sentí dolor en mi brazo, esa espada me había dado una descarga. La arrojé al piso y moví mi mano dolorida.
-Hay que destruirla- dije.
-¿Vas a destruir lo único que puede matarla?
Me pregunté como sabía todas esas cosas. Nos mostró a su vez un tatuaje que recorría su cuello. Dijo que ella se lo había hecho. La mirada del padre me convenció de que no podía ser nada bueno. Le apunté con el nodachi.
Él comenzó a contarme parte de su historia. Parecía que había sido víctima de su propio padre, él había desposado a su prometida y había enviado a sus hermanos muy lejos. El padre ya se había ido y Kelies había estado escuchando la conversación, ni siquiera lo vi cuando entró.
No lo dejé seguir, le dije:
-Llegás a sacarla y no me hago responsable- acto seguido me fui de la habitación.
Cuando volví a donde estaba Alex le pregunté por el padre, me dijo que se había ido a la ciudad. Estaba loco si había vuelto a Marina.

Luego de hartarse de la cháchara Joshua fue a hablar con Alex, le dijo que volvería a la ciudad. No podía dejar a los niños, si solo podía salvar a uno, debía regresar.
-¿Qué vas a hacer tú?
-Ir a Sielestene. Solo me queda mi lealtad a la corona.
-Él era mi hermano…
-Sería bueno que vengas con nosotros.
Pero Joshua ya se había decidido, iba a volver a Marina, o a lo que quedara de ella.
-Que el padre sol te bendiga.
-El padre sol deja que sus hijos se mueran mientras se ríe de ellos. Ya no puedo creer más en él.

Luego del percance Vincent decidió que debía probar la espada, no sabía aún lo que hacía. Se acercó a Alex y le dijo:
-Voy a alejarme unos metros del campamento.
-¿Para qué?
-Quiero probar algo y no quiero que los ánimos vuelvan a alterarse.
-Podés hacerlo acá.
Vincent desenfundó la espada y cuando lo hizo escuchó una voz ya familiar, que le decía:
“¿Me estás llamando? Siempre estoy aquí príncipe de Marnell.”
Vincent enfundó enseguida la espada.
-No hace nada- mintió- ¿Vos viste algo?
-Un pedazo de metal hermoso, si tiene algún poder no sé cual será.
Cuando amaneció emprendimos camino a Sielestene. Habíamos acordado que nuestra otra prioridad será buscar un mago gris, teníamos que encontrar a las niñas. Me pregunté para qué estaban buscando esos malditos dos invocadoras, no debía ser para nada benigno.

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