martes, 10 de febrero de 2009

Fecha 2


Armand (sin las alas)

Un nuevo camino de decisiones se abría ahora, cómo cruzar Marnell hasta el Norte y llegar a Sielestene. Había varias opciones, la primera fue descartada por Janus, el río no era una opción, había que pasar por territorio enemigo, aunque Vincent no estuviera totalmente de acuerdo. Ir por el sur bordeando el mar pasando por las principales ciudades y entrar por el oeste, quizás era válido pero llevaba mucho tiempo que no teníamos. La opción más segura era ir por la Marca Este, el único problema de esa alternativa era que teníamos que cruzar el paso bajo montaña y no sabíamos con que nos podíamos encontrar. Esta era la opción con la que estuvo de acuerdo Alex y fue la que me pareció más sensata (aunque ninguna lo fuera en realidad).
-Yo voto por la guerra de guerrillas- dijo Kelies.
-Eso sería bueno, pero ¿con qué escuadrón?- dijo Alex. Solo éramos nosotros contra un ejército de miles.
-Pero sí podríamos generar enemistad entre los siete leones, todavía tengo esto- dijo Vincent mostrando el sello de su casa- Podríamos enviar correos falsos. Mi padre seguramente va a reconstruir Marina y a sus aliados no va aparecerles simpático que use sus recursos para eso.
-Puede mover la capital a Zeltenia- dijo Janus.
-Créanme, conozco a mi padre. Va a reconstruir la ciudad.
A lo lejos vimos barcos voladores yendo a lo que había sido nuestro hogar. Decidimos ir hacia Lionus primero. Luego hacia la Marca Este. Había que aprovisionarnos, no habíamos podido recatar demasiado del pueblo abandonado. No pude dejar de preguntarme ¿qué será de Lestrange, de mi padre, ahora?
-Che, esto es re-depresión- comentó Lu.
-Es lo que nos toca vivir, por lo menos no estás encerrada en una cápsula antimagia- le dijo su compañero Kelies.
-No existe eso, existe el Mist.
-Nos van a pagar bien por esto.
-No creo que nos paguen.
Vincent aprovechó el tiempo de viaje para adoctrinar Florian, su ayudante, quería convertirlo en un gran hombre.
-Maestro ¿por qué todos lo miran con recelo?- le preguntó.
-Yo no soy maestro, solo decime Vincent.
-¿Usted es el hijo del malo?- le volvió a preguntar en su inocencia.
-Digamos que yo soy el hijo del hombre que destruyó Marina. Ahora, ¿qué es ser malo para vos?
-No ser bueno…
-¿Y qué es ser bueno?
-Ayudar a la gente, a los pobres, el padre Joshua era bueno y nos ayudaba.
-Él es un gran hombre. Fijate que lo que me respondiste es lo contrario al egoísmo.
Pero él no parecía saber que significaba eso.
-Cuando la gente deja de pensar un poco en sí misma y piensa en los demás, eso es lo contrario al egoísmo.
-¿Entonces soy malo por tener hambre?
-No.
Llegamos a un pueblo y había que ir a comprar comida. Decidí pedirle a Lu que viniera conmigo.
-Yo voy con vos- me dijo Armand- puedo ayudarte a pagar más barato…
-No, quiero que vigiles a Vincent, no lo dejes sacar la espada- le dije al oído- Lu ¿querés venir conmigo a comprar al pueblo?- Kelies me miró raro- Si a tu compañero no le molesta- agregué.
-Sí! Vamos!- parecía contenta de desprenderse un poco de ese ambiente tan depresivo, aunque quizás no le fuera mejor conmigo, al menos iba a poder distraerse un poco.
Ella me contó que eran de al Ciudad Imperial, me sorprendí ¿qué hacía dos imperiales en la ciudad el día del ataque? En fin, solo eran viajeros, me estaba volviendo demasiado desconfiada, o paranoica.
-¿El chico rubio es tu novio?
-No, él es mi amigo.
-¡Ah! ¿Entonces es el otro?
-¿Quién?- le pregunté aunque ya sabía a quién se estaba refiriendo…
-El otro, al que no lo quieren mucho…
-Vincent.
-Sí, Vini.
-No, ni siquiera lo conozco- “y no sé si me gustaría conocerlo” pensé- ¿Y vos sos la novia de Kelies?
-No, me parece que él solo quiere divertirse… A mí me gustaría un novio romántico, que me quiera, que me regale muchas flores…- No la escuché más, recordé el día en que Héctor había tapizado de rosas la cama de Alex, sentí deseos de llorar. Creo que ella no se dio cuenta porque siguió hablando de otras cosas que también había visto hacer a Héctor, y recordé lo que había sufrido con cada una de ellas.
Compramos lo necesario y volvimos al campamento. Lu se encargó de repartir la comida y yo le llevé un poco a Alex pero ella la rechazó. Recordé que después del “incidente” yo tampoco había querido comer por varios días, a pesar de lo que Armand me insistió. No podía reprocharle nada. Ella miraba sobre el río fijamente hacia la ciudad.
-¿Viste algo?
-Nada.
-¿Qué creés que van a hacer?
-Seguramente moverán sus barcos hacia Imbrus.
El alquimista se puso a cocinar y Lu quiso ayudarlo. Mientras conversaban, él le preguntó de donde venían. Ella le respondió que eran de la Ciudad Imperial, pero ahora estaban de viaje.
-¿Y qué hacen por acá?- les preguntó Vincent.
-Trabajamos en Marnell, era profesor y ella mi asistente- señaló a Lu.
-¿Y por qué siguen con nosotros?
-Por el vil metal- dijo Lu.
-Por aventuras- dijo Kelies.
-Porque no tenemos a donde ir.
-Ese es un buen punto- dijo Vincent.
La conversación derivó a lo que había pasado en Marina. Lu comentó que el demonio que habían visto hacer explotar el barco de la reina era una invocación.
-Así es, me pregunto quien tendría la capacidad para traerlo- se preguntó Armand en voz alta.
-¿Las nenas?- preguntó Vincent.
-No creo.
-¿Bajo presión? Hay que llegar a Sielestene lo antes posible.
El poder de las invocadoras era muy grande, todos desearon que lo que Vincent creía no fuera una realidad.
Janus estaba meditabundo y Vincent le llamó la atención.
-¿Su majestad? ¿le ocurre algo?
-Nada… solo me quedé pensando.
-Comparta sus pensamientos.
-En Marnell existe un mito. Cuando la dama Marina fundó la capital había un dicho que decía que si la ciudad caía vendría un ángel y nos protegería. Pero eso es solo un mito después de todo…
No debía ser tan así si lo estaba buscando Ker-Danull, pensó Vincent.

Siguieron camino hacia Lionus, el paisaje comenzó a mostrarles ya pequeñas elevaciones. Vincent creyó conveniente comprar dos chocobos más, uno para Lu y el otro para Florian, así podrían acelerar la marcha. El niño no sabía montar pero el que había considerado su nuevo señor dijo que le enseñaría.
-¿Cómo le vas a poner?- le preguntó Kelies a Lu.
-No sé… Kelies estaría bien- dijo ella- ¡Kelies, Kelies!- su amigo la miró- No te decía a vos- y le sonrió.
-¿Siempre es así de simpática?- le preguntó el alquimista.
Lu se ofreció para ayudarlo a cocinar una vez más cuando hicieron un alto en el camino.
-¿Se va a poder comer?- le preguntó Vincent.
-No lo sé, pero va a estar divertido.
-A esto le falta fuego- dijo el alquimista.
-Dejá que yo me encargo- dijo Lu y con una llamarada logró quemar la comida- Uy, creo que se me fue la mano…
Vi que Vincent se acercaba a donde yo estaba.
-¿Qué pasa?- me preguntó.
-¿Por qué te tengo que decir lo que me pasa?- le pregunté a su vez.
-A vos no, a ella.
-¿Por qué te tengo que decir que le pasa a mi mejor amiga?
-Porque ella es nuestro líder militar, no come y no duerme…- me preguntó molesto. No quería decirle nada pero no me iba a dejar en paz así que le respondí:
-No puedo decirle nada porque sé como se siente.
Él siguió esperando más.
-El hombre que amaba se murió hace veinte días y se enteró hace dos.
-Ahora entiendo, disfrute su comida.
Como si eso fuera posible. Me quedé pensando en Alex, a ella debía dolerle mucho más todo eso. Recordé una frase de mi padre “Cuanto más alto estás, más dolorosa es la caída”.
Vincent se alejó pensando, por primera vez desde que abandonara su tierra recordó a Erzebeth.
Decidió ir a hablar con la comandante del grupo.
-¿Agua?- le ofreció pero ella rehusó- le molesta si…
-¿Por qué no va a dormir?
-Porque no tengo sueño.
-No estoy muy parlanchina hoy.
-Yo tampoco.
Vincent se sentó cerca de ella, sobre una roca, y se quedó dormido.
Ese día volví a soñar, siempre tenía sueños de ese día, pero este fue peor. Vi otra vez el momento de la pelea entre Héctor y Ayax, y como todas las veces sabía que no podía intervenir, la impotencia que sentí volvía una y otra vez en ese sueño. Vi como Héctor se moría otra vez y volví a llorar. Él me desafió, me dijo que iba a llegar demasiado tarde, que Lestrange sería arrasado y mi padre moriría porque no tendría su espada para combatir. Tuve mucho miedo de que eso fuera verdad. Tomé la espada y le dije:
-Esta espada va a matarte, sea por mi mano, o por la de mi padre.
Me desperté bañada en sudor, lo odiaba con toda mi alma y ese odio me iba a consumir, pero no me importaba.
Kelies dormía abrazado a Lu, el alquimista estaba despierto y vigilaba el campamento junto a Alex.
Vincent también tuvo un sueño, o eso pareció.
-¿Cuándo vas a asumir el trono?- le preguntó la voz de mujer.
-¿Cuándo saques a mi padre del camino?- le preguntó la voz de mujer.
-¿Cuando saques a mi padre del camino?- le respondió él.
-Te di una espada para hacerlo.
-Si algo estoy aprendiendo de todo esto, es que hay que dejar de pensar en uno mismo para pensar un poco en los demás. Ya no peleo por mí, peleo por mi madre, por mis hermanos.
-Podrías hacerlo si tomaras el lugar del rey.
-Ya hay un rey.
-¿Tu padre?
-No.
-Te voy a dejar descansar, para que pienses lo que podrías darle a tu gente si ocuparas ese lugar.
No faltó mucho hasta que vislumbramos las murallas de Lionus. Las casas tenían como mucho tres pisos, salvo por el castillo que tenía una inmensa torre. En los mástiles flameaba la bandera de las provincias orientales.
Kelies entró en una taberna llamada “El Venado Alegre” y pidió comida para todos. Alex subió a dormir no sin antes pedirme que cuidara a Janus. Envié a Armand a la ciudad a buscar información de cómo estaban las cosas. Kelies dijo que iría a recorrer la ciudad y Vincent que iría a comprar cosas que necesitaríamos para el viaje. Lu se quedó con nosotros. Los que salieron pudieron ver el edicto por el cual aumentaban los precios de todos los productos comerciados en occidente, iban a destruirlos económicamente y Oriente sería aún más rica. Kelies buscó la posta del gremio de exploradores, pero debido al cambio en las reglas del juego estaba cerrado. Él dejó una carta debajo de la puerta, solo comentaba que había pasado allí y relataba el mito de lo que hay en Marina. Luego fue a comprar algunas cosas.
En la taberna las cosas se pusieron difíciles. Janus llevaba obviamente un capucha para no ser reconocido y en un momento se acercaron unos guardias.
-Tenemos sospechas que el señor tiene alguna enfermedad, necesitamos que se quite la capucha por favor.
-Él no va a hacer eso, tiene una malformación de nacimiento, no es contagioso- fue lo mejor que se me ocurrió en el momento, lo mío no era la mentira.
-Entonces no hay problema en que se saque la capucha.
-Está bien, nos vamos. Así no va a ser necesario.
-Deténganse. O nos muestra el rostro o los llevaremos arrestados.
Ante esta afirmación empuñé el nodachi y me dispuse a abrirnos camino a los golpes. No era buena opción, pero era la única, no iba a dejar que lo vieran. Lu y Janus también se prepararon y la batalla comenzó, teníamos que ser rápidos o alertarían a toda la ciudad. Cuando estábamos en plena batalla lo vi entrar a Vincent que cargó desde el frente para ayudarnos y Kelies lo cubrió con sus pistolas.
Alex se despertó con el ruido y bajó cuando ya habíamos reducido a los guardias. Lu estaba bastante herida.
-Alex sacá a Janus de la ciudad, voy a buscar a Armand.
Vincent se quedó a frenar a los guardias que llegaron de a docenas. Corrí por la ciudad buscando a Armand pero no lo encontraba, dos guardias me siguieron, a uno logré matarlo, el otro me seguía. Fui hacia la Iglesia y lo vi a Armand junto a un sacerdote.
-Armand, nos vamos- le dije apremiante.
-¿Qué pasó?- lo agarré de la mano y lo arrastré hacia la salida más cercana.
Varios guardias nos seguían y escuché que Alex me llamaba.
-¡Victoria!- la gente debió haber pensado que estaba loca, peleando ella sola contra los guardias y gritando “Victoria”.
Corrí hacia ella y me tendió la mano para subir al chocobo. Armand subió detrás de Vincent.
-¡Cierren las puertas!- gritaron los guardias, pero yo no iba a permitirlo, usé la emanación de energía de mi hoja para inutilizar a los guardias que intentaban cercarnos. Al mismo tiempo un balazo de Kelies terminaba el trabajo.
Logramos salir a tiempo y escapamos gracias a los chocobos.
-Debemos ocultarnos en las montañas- dijo Alex- Nos van a seguir.
Encontramos un refugio entre las primeras colinas. A la noche descansamos, no sin antes borrar nuestro rastro. Al día siguiente comenzamos a avanzar por las primeras sierras. Nos movimos siempre de noche y nos abastecimos en los pequeños pueblitos. Pasaron quince días tranquilos. Nadie más nos molestó en el camino. El terreno ahora era montañoso y las pendientes cada vez más pronunciadas. A lo lejos se distinguía las montañas más altas del Techo del Mundo. Por sobre ellas no había forma de cruzar, ni en barcos voladores.
Llegamos por fin a la Marca Este. Una ciudad de veinte, veinticinco mil habitantes cuya principal actividad era obviamente la minería. Además estaban construyendo un tren que se veía detenido al costado de la grieta que ingresaba en la montaña, aunque aún estaba fuera de funcionamiento. Kelies estaba fascinado porque vio el sello de su maestro en la construcción. Se detuvo de ir a hacer averiguaciones solo porque Lu lo frenó.
La puerta que teníamos que cruzar para llegar al otro lado tenía treinta metros de altura y llevaba por oscuros túneles al otro lado de las montañas, eran cinco días de caminata bajo la roca. Había caravanas cruzando en ese momento y vimos como revisaban todos los carros. La ciudad estaba custodiada por guardias de la Cis-Ariana. Había un edicto que gracias a los dioses logramos ver antes de que fuera demasiado tarde:
“Se busca: Se busca un hombre encapuchado que podría ser el causante de la caída de Marina. El duque Lazlo y el gran Ayax dieron cuanta de las criaturas infernales. Acompañan al sospechoso, el hijo del duque Justorius, y la capitana de la guardia real Alexandra”.
También buscaban a Armand, así que él se quedó con ellos mientras yo ingresé a la ciudad para hacer algunas averiguaciones. Me revisaron cuando entré y no tuve mayores inconvenientes, dije que era una viajera. Adentro vi bastante actividad. La gente se dirigía hacia el paso y noté que revisaban todas las carretas, iba a ser difícil pasar por allí. Tendríamos que buscar ayuda.
Cuando volví les informé lo que había visto, Lu dijo que quizás podíamos entrar con una caravana, luego volver a tras a buscar al resto y espera que la suerte quisiera que no nos volvieran a requisar. Pero eso era muy peligroso. Decidimos volver a entrar, esta vez Vincent, Kelies y Lu me acompañaron. Kelies se hizo pasar por vasteroniano vendedor de artesanías. Por suerte Lu tenía varios anillos que los hicieron salir del apuro. Vincent se hizo pasar por un viajero. Era bueno para esas cosas. No le hicieron demasiadas preguntas y pasamos.
Fuimos a una taberna y Vincent dijo que se encargaría. Quería “contratar” un paso, siempre había “mercado negro” en esas situaciones. Kelies, Lu y yo nos sentamos a una de las mesas, no muy lejos había un hombre leyendo un libro, me pareció que había dado alguna especie de señal, pero nada pasó.
Vincent habló con el tabernero quien le dijo que no sabía nada de esas cosas, así que él vino a sentarse con nosotros. El tabernero vino a servirnos y Lu pidió que le trajeran un licor. Él fue a buscarlo y luego se sentó a la mesa con nosotros. Olí la mezcla que había traído, estaba segura que no tenía nada y lo tomé. Luego no recuerdo nada más.

Vincent vio como los tres caíamos dormidos y el tabernero le preguntó:
-¿Quién eres?
-Soy el emisario del hijo del duque de Zelten- Vincent no podía hacer nada más, se había quedado solo, y estaba en la peor condición para negociar.
-No me gusta que me mientan… Ahora de nuevo… ¿Quién eres?
-Soy el hijo del duque. Necesito pasar “mercancía” hacia el otro lado.
-Muy bien, le costará mil monedas.
Vincent comenzó a regatear el precio hasta que las mil monedas se convirtieron en setecientas cincuenta., que aún así era una fortuna.
-Hecho- cerró el trato el tabernero.
Cuando despertamos fuimos a buscar a los demás. Vincent estaba furioso, lo habíamos dejado solo en una situación complicada. Pero bueno, después de todo yo no era su guardaespaldas así que no me importó. Cuando quisimos entrar con el resto fue más complicado. El guardia no quería dejarnos pasar hasta que llegó otro y le dijo “O pasan o se acaba el trato” así que el otro no dijo más nada y nos permitió el paso.
Fuimos hacia otra entrada, era un túnel que llevaba al camino principal. Nos dijeron que había una casa que ocultaba el paso, una vez allí teníamos que tomar las bifurcaciones derecha – derecha – izquierda – derecha.
-Un gusto negociar con ustedes- se despidió.
-Sí, un gusto- dijo Vincent molesto entregando la segunda parte del pago, ese viaje le había costado setecientas cincuenta monedas de oro.
Pero no todo fue tan fácil, al poco tiempo de caminar nos dimos cuenta de que las indicaciones no iban a servirnos de mucho, había dos pasos hacia la derecha, uno que subía y otro que bajaba. Nos habían estafado.
-Hay dos opciones, o elegimos un camino o volvemos- dije. Decidimos ir hacia abajo. Pasamos por varios pasillos siempre intentado seguir las indicaciones, pero llegó un momento en que ya no había más indicaciones que seguir y usamos nuestro instinto. Caminamos hasta llegar a un gran pasillo por donde pasaban las vías del tren, decidimos seguirlas, aunque no estábamos seguros de que fuera el camino correcto. Escuchamos voces cercanas.
“Este lugar no me gusta”
“Tenemos que seguir por este camino”
Continuamos camino por túneles que no sabíamos hacia donde llevaban, aunque algunos querían auto convencerse de que íbamos por el camino correcto. En un momento escuchamos:
-¡Auxilio! ¡Ayúdennos!
Corrí hacia allí de inmediato, lo que no esperaba era que terminaríamos cayendo por una grieta y perdiendo el camino que seguíamos. Los que habían gritado eran dos mineros. Uno de ellos sostenía al otro que se había caído por la grieta. Lo ayudé a subirlo y cuando miré allí abajo vi un resplandor azul. Seguí la luz, creo que los demás me siguieron porque ya daba lo mismo que camino tomar, hacía rato que estábamos perdidos.
Llegamos a un estanque rodeado de magicita, en las paredes, techo y suelo había enormes trozos de este valioso mineral. Kelies empezó a recolectar y me agradecía pro haberlos dirigido hacia allí. Al menos alguien sí estaba contento.
Caminamos bordeando un pequeño río interior y llegamos hasta un estanque, estaba todo iluminado de azul y la magicita se reflejaba en el agua, era un espectáculo que jamás había visto. Una escalera de cristal subía hacia arriba, enseguida fui hacia allí y Alex me dijo que tuviera cuidado. Al final de la escalera nos esperaba una puerta con el símbolo de Géminis. Esperé a que los demás llegaran, no parecía haber forma de abrirla, al menos no por métodos convencionales.

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