jueves, 15 de enero de 2009

Preludio de Victoria

Héctor



Como supuse no pasó mucho tiempo hasta que Armand me encontró, el baile de graduación me había dejado en un estado de destrucción tal que solo atiné a abrazarlo y él me consoló, una vez más.
Me llevó a su cuarto y se quedó conmigo hasta que me dormí. Cuando me desperté estaba en mi cuarto, me pregunté quién me había llevado hasta allí. Armand había ido a despertarme.
-Alex te trajo ayer hasta tu habitación. Los dos me preguntaron que había pasado que te fuiste de repente de la fiesta.
-¿Qué les dijiste?
-Les dije que algo te había hecho recordar un mal suceso de tu pasado.
No era muy convincente la excusa, pero lo importante era que no me había traicionado. Héctor y Alex no sabían nada. Me tranquilicé.
-Vicky tenés que olvidarte de eso, no podés estar así toda tu vida.
-No puedo- y mi rostro lo confirmó.

Era temprano cuando me dieron la carta, en la misma decía que iría como escolta de Ayax en misión diplomática a Zeltenia, y Héctor también lo acompañaría. No podía creerlo, Ayax, el General de la milicia de Marina, un héroe para muchos, y yo viajaría con él. Pero lo más importante estaría en una misión junto a Héctor. Esa era la misión más importante que me habían asignado hasta ese momento, estaba feliz.
Me dispuse a contarle a Armand y fui a su habitación.
-¡Armand!- dije golpeado su puerta. Él dormía solo y si bien pertenecía al
campus no tenía rango militar ya que había decidido seguir los estudios de mago blanco.
-¡Mirá!- le dije mostrándole el valioso papel.
Él intentó tomarla pero aún estaba medio dormido así que le ahorré el duro trabajo.
-Voy a ir en misión diplomática con Ayax a Zaltenia. Y voy a ir con Héctor, como sus escoltas.
Él miró el papel y su semblante se puso serio.
-No vayas- me dijo.
-¿Por qué?
-No lo sé… tengo una extraña sensación, como si supiera que algo va a salir mal.
-Vamos con Ayax, eso es imposible- Ayax no había perdido una batalla, era el mejor maestro del arma que hubiera conocido, desde los veinte años su fama como excelente espadachín se había extendido por el mundo.
-Tenés razón…- vimos que dos guardias se acercaron y le pidieron a Armand que fuera con ellos.
-Nos vemos más tarde ¿Dale?
-Dale- le respondí y me dirigí hacia mi habitación, tenía que preparar mis cosas para el viaje y partíamos en pocas horas.
Cuando entré la vi a Alex, concentrada mirando por la ventana de nuestro cuarto hacia la ciudad. Su cabello rubio se mecía con el viento y su hermoso rostro estaba serio.
-¿Te pasa algo?- le pregunté.
-Me designaron… líder de la fuerza hasta que Ayax regrese.
-¿En serio? ¡Qué bueno!- le dije sonriendo, con la mayor sinceridad, estaba muy feliz por ella.
-Él fue el que me propuso como candidata, dice que tengo lo necesario para reemplazarlo a su retiro. Aunque seguramente eso no va a ser pronto- me dijo.
Una sonrisa hizo que su rostro fuera aún más bello.
-Me alegro mucho por vos, ahora vas a poder mandar a todos en su ausencia.
-¿Qué pasó ayer que te fuiste de la fiesta?
-No me sentía bien…
-Armand nos dijo que recordaste algo de tu pasado.
-Sí, pero no fue así. Me sentía mal y decidí irme- no le mentí pero tampoco le di mayores explicaciones. Me molestaba tener ese secreto con ella, el único que le ocultaba, pero no podía decírselo.
Luego de una breve pausa me dijo:
-Me propuso matrimonio.
Sentí que me moría y para que ella no lo notara en mi rostro me apresuré a abrazarla.
-Felicitaciones, me alegro mucho por los dos- rogué que el tono de mi voz no me traicionara.
-Gracias, esta fue la mejor semana de mi vida- me dijo emocionada. Y yo me alegraba tanto por ella, no podría haber sido de otro modo, para mí ya era mi hermana, y la admiraba más que a cualquiera en el campus, incluyendo a Ayax.
-Soldado, prepárese para la misión- me dijo haciendo el saludo militar.
Le respondí el saludo y salí de la habitación. En ese momento en mi cabeza retumbaba una y otra vez la frase “me propuso matrimonio”. Me cubrí los oídos como para no seguir escuchando una voz que ya no me hablaba. Me dirigí hacia el arsenal, las lágrimas bañaban mi rostro. Algunos me preguntaron qué me pasaba pero seguí camino sin responder, a veces caminando, a veces corriendo, como queriendo escapar, pero sin saber hacia dónde.
Antes de entrar sequé mis ojos lo mejor que pude e intenté reprimir la tristeza que amenazaba con salir de mi cuerpo y hacerlo explotar. Me concentré en la misión. Cuando entré entregué la orden al encargado que me alargó el nodachi y la armadura. Me puse la máscara de alegría que solía usar y partí.

Cuando salí del arsenal y me dirigí hacia las puertas del campus vi cuatro monturas, una estaba vacía esperándome, sobre las otras, Ayax con su altivo porte, Héctor charlando con él y Armand en la restante. Hice el clásico saludo a la par que decía:
-Caballeros- y agregué mirando a Armand- No sabía que venías… no me contaste.
-Digamos que el médico que estaba asignado tuvo un problema intestinal y tuve que reemplazarlo.
-Se cagó en las patas- dijo Héctor.
Todos nos reímos y Ayax comentó:
-Me caes bien.
Salimos y en el camino Ayax nos contó sobre el duque Lazlo de Zelten. A mí me sonaba el nombre pero no lograba identificarlo, Armand me dijo bajo al oído de quién se trataba. Zeltenia era una de las principales provincias costeras, una ciudad muy rica que creía poder vivir independientemente con las ganancias que obtenía de su aduana. El duque tenía un gran castillo y literalmente podía nadar en su dinero.
-Nuestra misión es ir a negociar con el duque Lazlo de Zelten.
-El cabecilla de los separatistas- dijo Héctor.
-Él es un pariente lejano de la Reina Illyana, ella le propondrá dejarle las ganancias monetarias a cambio de su lealtad a la corona. Es una rata miserable, cargada de oro- concluyó- y sino acepta vamos a tener que estar preparados para abrirnos una brecha.
Pasaron algunos días, cuando entrenaba junto a Héctor Ayax iba corrigiendo todas mis posturas.
-Esto fue lo que me enseñaron en la academia…- le dije.
-Lo sé, pero los profesores no enseñan específicamente a manejar un arma como esa.
-Con razón me costaba tanto manejarla- le dije mientras miraba mi mano sujetando el nodachi.
Creo que aprendí esos días con él lo mismo que en un año entero en la academia. Era demasiado bueno, más que Héctor y más que Alexandra. Un día nos atacaron unos bandoleros. Querían todo nuestro dinero, yo esperé mientas observaba detenidamente a cada uno. Ayax les dijo:
-Si dan un paso más considérense muertos.
Los bandoleros no parecían dispuestos a retirarse y cuando el primero se adelantó un paso Ayax le disparó con su arma.
-¿Alguien más quiere intentarlo?
Un valiente, o mejor dicho un loco, cargó contra él. Ayax bajó del chocobo y se quitó la capa. La parte filosa de su arma le pegó en el estómago, e hizo un movimiento que jamás creí posible, giró la espada y le disparó en el abdomen.
Vi que Héctor saltaba de su chocobo y daba cuenta de otro más y Armand utilizaba su ballesta para detener a otro. Eran unos quince en total. Me dispuse a golpear a otro más y cayó muerto por el golpe de mi nodachi.
Cuando vi que otro más intentaba acercarse a Ayax di otro golpe más con mi espada y éste también cayó. Los demás corrieron por sus vidas. Después de verlo pelear por primera vez sentí que si estaba al lado de ese hombre jamás iba a ocurrirme nada.
Pasaron unos veinte días de viaje hasta que llegamos a la ciudad. En el camino Héctor me habló de su amigo Joshua Losstaroth. Él siempre llevaba un colgante y me dijo que si algún día le pasaba algo que se lo entregara a él. También me contó que le había propuesto casamiento a Alex y estaba tan feliz por eso que sentirme mal me pareció un insulto. Estaba muy feliz por ellos dos, pero a la vez me estaba muriendo lentamente por dentro.
Cuando llegamos a la ciudad vi muchos barcos en la costa, los edificios tenían un tinte renacentista algunos, otros eran más modernos. Era una ciudad bastante grande, tenía unos cien mil habitantes. Y lo que todos pudimos apreciar fue que se estaban preparando militarmente. Literalmente se estaban armando para una guerra.
Nos recibieron unos guardias y Ayax se presentó:
-Soy el General Ayax de la Guardia de Marina, enviado de la Reina Illyana.
Los guardias se sorprendieron pero aún así le pidieron su credencial y él entregó una carta.
-El duque los va a recibir en breves instantes.
Nos llevaron hasta los establos donde dejamos a los chocobos y Ayax nos dijo:
-Ustedes esperen aquí, ahora tendremos que respetar el protocolo.
Mientras esperábamos nos trajeron comida y bebida, charlamos y esperamos una, dos, tres horas, y Ayax no volvía…
-¿Habrá pasado algo?- pregunté.
-Prepárense, tenemos que ir a buscarlo- dijo Héctor.
En ese momento escuchamos que un guardia gritaba:
-¡Alguien se volvió loco! ¡Está atacando al duque!
Me tomé la frente y me paré, dispuesta a seguir a Héctor y Armand hizo lo propio, pero nos detuvieron.
-Están arrestados, depongan las armas.
Eran tres guardias, Héctor le pegó a uno y lo dejó en el suelo inconsciente, lo vi correr hacia el castillo y lo quise seguir pero un guardia me detuvo, le pegué con la parte sin filo del nodachi y cayó, Armand hirió al otro en un hombro con una flecha arrojada de su ballesta.
Cuando llegamos a la sala principal del castillo la escena que vimos fue la siguiente, Ayax apuntaba a Lazlo con su espada, detrás había una mujer de pelo blanco que los observaba.
-No eres digno de tu trono ni del título que ostentas.
-Quizás, pero si me lastimas, no podrás salir vivo de aquí.
-No quiero salir vivo de aquí. He aceptado la propuesta que me han hecho.
Héctor se acercó a Ayax.
-Vamonos Ayax.
Él lo miró por el rabillo del ojo, en ese instante vi que la mujer de pelo blanco aprovechó la distracción para arrojarle un poderoso rayo de energía negra. Pareció como si su cuerpo la hubiera absorbido y Lazlo utilizó el momento propicio para colocarse detrás de la mujer.
-Fallaste perra- le dijo Ayax y se preparó para atacarla.
-No fallé- dijo ella con una sonrisa en los labios y se metió en una sombra para desaparecer de escena, llevándose con ella a su fiel servidor.
Me preparé para lo que fuera a pasar y el cuarto comenzó a oscurecerse, pero era una oscuridad antinatural. Las columnas empezaron a perder brillo y llegó un momento en que ya no veíamos nada.
-Armand, ¿podés hacer luz?
Armand arrojó un rayo de energía lumínica hacia donde estaba la puerta y salimos, Héctor llevaba a Ayax, aturdido aún por el rayo negro…
-No quiso aceptar…- decía él.
-Tenemos que irnos de aquí.
-El tipo no quiso ceder, algo quiso hacer con mi mente, no sé…
Afuera había oscurecido antes de lo habitual, estaba segura de que no eran más de las seis de la tarde y ya era noche cerrada. Era todo muy extraño. Por primera vez temí que el presentimiento de Armand se hiciera realidad.
Por suerte pudimos escapar de la ciudad y nos dirigimos hacia Marina, no había tiempo que perder, teníamos que informar lo que había pasado. Zeltenia estaba preparada para la guerra y Lazlo no había aceptado la propuesta de la Reina.
Nos acostamos a descansar, sabía que Ayax sería el primero en hacer la guardia. En el medio de mi sueño sentí un ruido. Cuando miro hacia arriba lo veo a Héctor, lanza en mano. Él había sido el que me despertó. Armand también estaba incorporándose cuando vimos lo que estaba pasando.
A unos pasos Ayax sentado sobre una roca miraba hacia el suelo mientras sostenía la espada con su mano derecha, Héctor parecía preocupado. Lentamente agarré el nodachi que estaba al lado mío.
-Algo le pasa, tengan cuidado.
-He aceptado la propuesta que me ha hecho ella- dijo Ayax- Lo siento, me pidió que los mate a ustedes tres como muestra de lealtad.
Ayax estaba a varios metros pero utilizó su espada y la emanación de la hoja se acercó a nosotros, Héctor saltó y yo la esquivé, pero Armand quedó en el medio de su camino. Vi como caía hacia atrás, el pecho cubierto en sangre. Mientras Héctor peleaba con Ayax palmo a palmo, busqué entre las cosas de Armand y encontré una pócima. Se la administré y rogué a mi dios Fénix que no estuviera muerto. Tomé la espada y me dirigí a asistir a Héctor. No podía estar pasando esto, Héctor y yo peleando contra el General de la Guardia. No era cierto…
Intenté propinarle un golpe y corrí hacia él, Héctor me advirtió pero ya era tarde:
-¡No! ¡Esa es su guardia!
Y él me golpeó, sentí mucho dolor, me había dado en el costado, la sangre bañaba mi ropa, había atravesado la armadura, caí de rodillas. Ayax volvió a centrarse en Héctor. Lanza y espada otra vez chocaban entre sí y ellos recibían más y más daño.
-¡Peleá!- me decía Héctor. Y yo lo hacía, pero no había forma de que pudiera pegarle a alguien como él.
Reaccioné una vez más e intenté pegarle con la espada, pero él frenó mi nodachi desestabilizándome hacia atrás y quedé nuevamente a su merced. Cuando iba a golpearme Héctor se puso frente a mí y le clavó la lanza, pero no pudo esquivar el golpe y recibió el ataque prácticamente sobre su cuello.
Tenía mucho miedo, íbamos a morir sino hacíamos algo.
Volví a cargar, esta vez logré darle un golpe sobre su hombro derecho y vi como Héctor lo agarraba de atrás y quebraba su cuello, Ayax cayó sobre él. Mi corazón se había detenido. Corrí el cadáver de Ayax de encima suyo y lo miré, estaba demasiado herido y Armand estaba inconsciente, me desesperé.
Él comenzó a cantar una canción, una que había escuchado los primeros días que había ingresado en la capital, creo que era una canción para niños. Decía algo de las estrellas, de ir hacia ellas… “abrázame, abrázame fuerte, mientas me dirijo hacia las estrellas”… Lo abracé llorando, yo no debía estar ahí, no debía, ese no era mi lugar. ¿Por qué?
Dejé de escuchar los latidos de su corazón y en ese instante sentí que el mío también dejaba de latir. ¿Por qué? Yo tendría que haber muerto en su lugar.
Ayax se levantó, estaba segura de que Héctor le había quebrado el cuello y se levantó aún así.
-Me ganó justamente, en honor a él, voy a dejarlos con vida.
-Maldito, me vas a pagar lo que hiciste, no vas a vivir muchos años.
Corrí hacia él e intenté atravesarlo con el nodachi pero él me golpeó primero. No me importaba morir en ese momento pero no parecía ser su deseo matarme, me dio un golpe en la cabeza con la parte sin filo de la espada. Mientras me sumía en la inconsciencia escuché:
-Criatura horrible, me has hecho traicionar a mi gente.
-Ahora yo soy lo único que te queda- dijo una voz de mujer.
Armand me dio suaves golpecitos en la cara, me desperté, él estaba a mi lado y me limpiaba el rostro lleno de sangre.
-Tuve una pesadilla horrible…- le dije, pero cuando me senté al instante noté que no estaba en mi cuarto, sino en un campo abierto- ¿No fue un sueño?- El cuerpo inerte de Héctor yacía a pocos pasos.
Sollocé. Él me abrazó y yo lloré por todo lo que no había llorado la noche anterior. Me acerqué al cuerpo de Héctor y lloré sobre él. “Madición, ¿por qué no morí yo es su lugar?” me repetía una y otra vez “Si no hubiera sido tan débil… Es mi culpa, si yo hubiera podido pelear al mismo nivel que Héctor él no hubiera muerto”
-Hay que buscar a un invocador o a un clérigo para que lo ayude a cruzar, alguien que haga el ritual de envío- él también estaba llorando.
Escuché lo que dijo, pero lo escuché como si estuviera muy lejos. Lloré todo el viaje, no me separé del cuerpo de Héctor un segundo. Esa fue la prueba más difícil que había tenido que sobrellevar en mi vida. Ayax sentiría el frío de mi acero en su pecho tarde o temprano. Lo iba a destruir, iba a disfrutar verlo morir.
"Maldito, me la vas a pagar, voy a recorrer cielo y tierra solo para sentir el placer de matarte, eso es lo único que hará descansar a mi alma. Luego seguirán esa horrible mujer y por último la basura de su servidor Lazlo."
Pensé en Alex, cómo iba a poder decirle que su futuro esposo estaba muerto, me desesperé, y no había nadie que pudiera consolarme en ese momento, ni siquiera Armand.

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